domingo, 6 de noviembre de 2011

Sembrar

Ayer cuando estaba en el balcón mirando las plantas, vi que un brotecito verde, que anteriormente había creído que era un yuyo, tenía hojas con una forma llamativa. Al acercarme un poco más, me dí cuenta de que en realidad no era un yuyo, sino que era un ginkgo biloba.

Hace algunos meses, junté de la calle unas semillas de un ginkgo biloba, que es un árbol que me gusta mucho, porque en otoño, sus hojas se ponen amarillas antes de caer, y el árbol resalta contra los otros que siguen verdes. Cuando llegué a casa, puse las semillas en una maceta, y comencé a regarla periódicamente, esperando ver que nacieran. Pasaron los días, y luego las semanas, y no pude ver ningún brotecito verde asomándose. Como la siembra parecía haber fallado, me dí por vencido, y reutilicé la tierra que estaba en la maceta para rellenar otra maceta. Ya me había olvidado completamente de las semillas. Así que fue una gran alegría ver que algo que ya había olvidado haber sembrado, finalmente brotó y estaba creciendo.

Creo que muchas veces, en nuestra vida, mucha gente nos dice que no tiene sentido hacer buenas acciones, que no tiene sentido hacer las cosas bien. Que busquemos el camino más fácil y más cómodo, o el que más nos convenga a nosotros, sin que nos importen los demás. Después de todo, las buenas acciones suelen pasarse por alto, los trabajos bien hechos suelen quedar olvidados, y nadie premia hoy en día la honestidad ni el amor al prójimo.

Sin embargo, yo creo que cada buena obra es como una semilla que se planta. Podemos ver pasar varios días, varias lluvias, y nada. Incluso, hay veces en las que tenemos que seguir adelante y olvidarnos de la semilla sembrada. Si sembramos y no vemos nada nacer, no nos tenemos que quedar quietos esperando que crezca. Tenemos que seguir nuestro camino. Pero lo que no podemos hacer es pensar que porque una no nació, la siembra no tiene sentido. No podemos dejar de sembrar. El mundo tendría menos árboles si lo hiciéramos. Del mismo modo en que el mundo sería un lugar peor si no hiciéramos las buenas obras. Aunque no veamos el resultado, las tenemos que hacer, y seguir nuestro camino. Tal vez, después de un tiempo y sin que lo veamos, algo bueno nazca a partir de lo que hicimos.

Así como no podemos dejar de sembrar, no podemos dejar de hacer buenas obras. El mundo lo necesita. Y nosotros también.

Para cerrar, les dejo un dato que encontré en wikipedia: "Después de la bomba atómica de Hiroshima, fue uno de los pocos árboles que quedó en pie en las cercanías del epicentro, por lo que se lo conoce como portador de esperanza"

Que tengan un buen lunes.